Bahá’í

 La comunidad Bahá’í o el bahaísmo se suele estudiar como un movimiento de raíz islámica. Pero, aunque surgido en Irán, posee unas características propias que lo singularizan; ni sus fieles se ciñen a los pilares del Islam ni aceptan el Corán corno sello de la profecía. Al defender que la revelación es progresiva y no acabada rompen con un criterio fundamental en la fe islámica. Los bahais no se estiman musulmanes y tanto chiítas como sunitas no los reconocen como tales.

El bahaísmo surge de una doble predicación. Por una parte Mirza’ahí Muhammad (1819-1850), comerciante iraní, defendió, en el ambiente milenarista chiíta, que era el Báb (bab “la puerta”, título dado a los que decían estar en contacto con el mabdi, el imán oculto (Más información en bahaiworldnews.org y en bahai.org).

Fue ajusticiado lo mismo que gran número de sus seguidores, pero el bahaísmo tuvo su continuación tanto en el ahmadismo (que defiende que Mirza Ghulam Ahmad -1835-1908- es el mahdi) como en la predicación de Mirza Husayn’Ali (1817-1892), llamado Bahá’u’lláh (“gloria de Alá”. Para más información en: bahaiworldnews.org y en bahai.org), que aglutinó a buena parte de los dispersos seguidores del Báb, defendiendo que la predicación de éste tenía por finalidad anunciar su llegada. Plantea que era el esperado por todas las religiones y que venía a desvelar las tres verdades unitarias, la de la divinidad, la de la humanidad y la de la religión (y la ciencia). El bahaísmo surge, por tanto, como un sincretismo que aspira a configurar una religión única y cuyo fundador se equipara a Krishna, Moisés, Zaratustra, Buda, Jesús, Mahoma y el Báb. Fue perseguido y desterrado a Akka (San Juan de Acre, Palestina), donde tras su muerte en 1892 su labor misionera fue continuada por sus descendientes Abdu’l-Baha (1844-1921. Más información acceder a bahaiworldnews.org y a bahai.org) y Soghi Effendi (1897-1957. Más información acceder a bahai.org).

En la actualidad el órgano rector central es la Casa Universal de justicia, radicada en Haifa (Israel) cuyas decisiones tienen carácter infalible. Los bahais superan en la actualidad los 5 millones, con una fuerte implantación en Asia (la mitad del total), África (cerca de 1,5 millones) y América (casi un millón) y poseen miembros activos en casi todos los países del mundo. Predican la existencia de una divinidad trascendente e incognoscible que se manifiesta por medio de profetas entre los que destaca Bahá’u’lláh, que cierra el ciclo adámico y abre el ciclo bahai. No poseen ritos ni sacramentos, hacen tres oraciones diarias, un ayuno de 19 días al año, una reunión mensual (poseen un calendario lunar propio). Defienden el pacifismo, la erradicación de los prejuicios (los seres humanos son iguales sin que importe la raza, el sexo, la nación), la educación para todos y una ética que ha sido muy influyente en los foros ecuménicos, en especial en el Parlamento Mundial de las Religiones. La aspiración a conformar una religión para la modernidad que posee el bahaísmo presenta el interés de su antigüedad y de su surgimiento en los rnárgenes del mundo industrial y muchas de sus características se repiten en otros movimientos posteriores (el intento de aunar ciencia y religión, de ofrecer un mensaje totalmente universalista que supere las constricciones nacionales, de plantear el advenimiento de un nuevo mundo basado en una ética común, etc.).

En el caso particular de la Comunidad Bahá’í en España ha experimentado un paulatino crecimiento. Hoy, cerca de 4.000 Bahá’ís residen en más de 300 localidades. Existen Asambleas Espirituales Locales en un centenar de ciudades, incluyendo casi todas las capitales de provincia.

La Comunidad Bahá’í cuenta con centros administrativos propios en Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante, Zaragoza, Las Palmas, Tenerife, Palma de Mallorca, Murcia, Vigo, Cartagena, Terrassa, Sabadell, Lugo, Irún y Fuengirola. Además de su cometido confesional, la Comunidad Bahá’í realiza una labor de carácter social. Reconocida como una Organización No Gubernamental, constituye una de las 174 comunidades nacionales que actualmente integran la Comunidad Internacional Bahá’í (www.com-bahai.es).

Bahá’u’lláh afirma, que su mensaje contiene las bases para el establecimiento de la unidad mundial, una unidad que anunció como próxima e inevitable y que marca el horizonte inmediato de la sociedad humana. El concepto bahá’í de la unidad mundial , la cual es el principio central del mensaje bahá’í. Los bahá’ís sostienen que existe un único Dios, que desde siempre se ha manifestado a los hombres para que puedan conocerle y amarle. Este diálogo ininterrumpido entre Dios y la humanidad se ha producido por mediación de mensajeros o enviados como Krishna, Moisés, Buda, Cristo o Muhammad. Los bahá’ís reconocen en Bahá’u’lláh al nuevo enviado de Dios. En el plano social, en los Escritos bahá’ís se asevera que “la unificación de la humanidad es el sello distintivo de la etapa a que ahora se acerca la sociedad”. Ahora bien, los bahá’ís no persiguen la uniformidad, sino “la unidad en la diversidad”. Por ello, no sólo se muestran profundamente respetuosos hacia la riqueza y diversidad de los pueblos del mundo, sino que las promueven como requisito para el logro de la unidad de la humanidad. La cual está basada en la justicia, que es un principio que reviste una importancia especial. En el plano individual -dice Bahá’u’lláh- la justicia nos hace ver con nuestros propios ojos y no con los de los demás, y nos mueve a conocer con nuestro propio conocimiento y no por el del prójimo. En el plano social, la justicia constituye el principio que debe animar el proceso de construcción de la emergente comunidad global. La aplicación de la justicia, como garante de la prosperidad y de la estabilidad de dicha comunidad, conlleva la eliminación de la riqueza y pobreza extremas, y en el respeto a la diversidad de todos los pueblos de la Tierra, la más preciada de sus riquezas. A tal fin, Bahá’u’lláh recalca la necesidad de que las naciones del mundo adopten toda una serie de medidas destinadas a reforzar los lazos de solidaridad e interdependencia.

Gracias a las interpretaciones y elucidaciones de ‘Abdu’l-Bahá y Shoghi Effendi, las Enseñanzas Bahá’ís fueron difundidas a escala mundial y plasmadas en la constitución de una comunidad mundial integrada – hoy – por más de seis millones de creyentes bahá’ís.

Las Enseñanzas Bahá’ís hacen hincapié en el hecho de que el objetivo último del ser humano en esta vida es la transformación. Para ello, los bahá’ís procuran desarrollar cierta disciplina en lo personal mediante el recurso regular a la oración, meditación, lectura de los Escritos Sagrados, etc. En las Escrituras bahá’ís se asevera que el ser humano posee una doble naturaleza: una material, y por tanto perecedera, y otra espiritual, que es imperecedera. Esta última caracteriza al ser humano y lo distingue del resto de los seres vivos. Así como en lo material la persona está sujeta a las leyes del mundo físico, del mismo modo su naturaleza espiritual se rige según principios propios. Consecuentemente, el ser humano debe satisfacer tanto sus necesidades físicas (subsistencia, protección, identidad) como sus necesidades morales y espirituales (afecto, comprensión, participación, creación, libertad, trascendencia). Para los bahá’ís, el propósito del ser humano en esta vida consiste en el desarrollo de sus cualidades espirituales. Dicho propósito requiere de un entorno social favorable para la satisfacción de las necesidades humanas. Además, dan por sentado que el crecimiento espiritual de la persona está íntimamente ligado a su capacidad de servicio y amor a la humanidad; pues sólo a través del desarrollo de estas capacidades logra el ser humano cumplir con su propósito, a saber: conocer y amar a Dios. El trabajo en espíritu de servicio ha sido elevado por Bahá’u’lláh al rango de adoración.

Los bahá’ís no pueden estar afiliados a partidos políticos. Este principio no es sólo una medida destinada a preservar la unidad interna entre los propios bahá’ís, sino además una consecuencia lógica de los principios de conciliación en que basan su razón de ser.

En lo relativo al orden administrativo Bahá’í decir que, en sus escritos, Bahá’u’lláh concibió el Orden Administrativo bahá’í como un nuevo modelo de organización comunitaria. En esta concepción, el poder reside en los miembros de la comunidad, y la capacidad decisoria final, en las instituciones colegiadas. El catalizador de este sistema es “la consulta”, la cual es básicamente, un proceso de toma de decisión, mediante el cual se pretende alcanzar consenso sobre la verdad de una situación dada, y sobre la elección más sabia de entre los varios cursos de acción posibles en determinado momento. En el proceso de la consulta, los participantes, en una atmósfera marcada por la franqueza y la cortesía, se esfuerzan por trascender sus propios puntos de vista a fin de poder funcionar como un cuerpo, con sus metas e intereses propios. La consulta prospera en la medida en que todos sus participantes apoyan conjuntamente las decisiones, con independencia de las opiniones con que inicialmente abordaran la discusión: un método participativo de toma de decisiones, que es al mismo tiempo la plasmación práctica del principio de libre investigación de la verdad enunciado por Bahá’u’lláh (pues, efectivamente, las personas no pueden hacerse corresponsables, y en esa medida libres, si no saben o no procuran saber), y de la justicia (entendida como el esfuerzo de discernimiento que la ponderación de todos los asuntos requiere).

En la consulta bahá’í los participantes deben expresarse con franqueza y libertad, pero sin insistir en sus propias ideas. Las ideas, una vez expuestas, dejan de pertenecer a quien las expuso y pasan a ser de dominio público, por lo que debe haber plena libertad para modificarlas, completarlas, aceptarlas o rechazarlas. Todo ello requiere de una atmósfera espiritual donde el recogimiento, la cortesía y el respeto más exquisito se aúnen con la más completa libertad y sinceridad. La meta no puede ser, pues, “desbancar al oponente”, sino realizar un acercamiento a la verdad de los asuntos, aceptando los límites de la capacidad humana y confiando en la ayuda divina.

El sistema administrativo bahá’í gira fundamentalmente en torno a las reuniones de todos los miembros de la comunidad local, que tienen lugar cada 19 días. Desde esas reuniones los bahá’ís tienen la oportunidad de interactuar con sus instituciones. De este modo, las instituciones pueden dar a conocer la visión y el curso de sus trabajos, en tanto que los creyentes pueden presentar y debatir sus propias opiniones y sugerencias, que podrán elevar a la consideración de sus instituciones.

Dado que en la Fe Bahá’í no existe clero, los asuntos de la comunidad son regidos por los consejos de gobierno bahá’ís. Entre las funciones encomendadas a estos órganos se encuentra el velar por el bienestar y progreso de la comunidad.

Los consejos de gobierno bahá’ís, de ámbito local, nacional e internacional, están constituidos por nueve personas, elegidas periódicamente por todos los bahá’ís mayores de edad. Las elecciones bahá’ís se realizan sin candidaturas ni publicidad alguna. Cada bahá’í vota en conciencia por las personas que considera mejor preparadas para desarrollar tal servicio.

La Fe Bahá’í sólo permite aportaciones, voluntarias y confidenciales, de los propios bahá’ís. En ningún caso se admiten donaciones económicas externas.
Gracias a estas aportaciones, los bahá’ís difunden sus principios, educan a las nuevas generaciones bahá’ís y, conforme su capacidad se lo permite, inician pequeños proyectos de desarrollo económico, social y moral, sumamente atentos a las necesidades y posibilidades de sus protagonistas.

ENSEÑANZAS BAHÁÍ’S SOBRE EL ALMA Y LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE

ALMA, MENTE Y ESPÍRITU

INMORTALIDAD

LA OTRA VIDA

EL ENTIERRO BAHÁ’ÍS

SELECCIÓN DE LAS ESCRITURAS BAHÁ’ÍS

Preparada por el DEPARTAMENTO DE INVESTIGACIÓN DE LA CASA UNIVERSAL DE JUSTICIA

Título en inglés: Extracts on Bahá’í Burial

EXTRACTOS DE LOS ESCRITOS DE BAHÁ’U’LLÁH

Se os prohíbe trasladar el cuerpo a más de una hora de distancia desde la ciudad; enterradlo con tranquilidad y regocijo en un lugar próximo (1).

Pregunta: Respecto al traslado del difunto al lugar donde está ordenado que debería ser enterrado a una hora de distancia, ¿se aplica esta ley al transporte tanto por tierra como por mar, o es diferente?
Respuesta: La ley se aplica tanto al transporte por tierra como por mar, ya sea una hora de distancia en barco o en tren. El propósito es el límite de tiempo de una hora, no importa qué medio de transporte se emplee. Sin embargo, cuanto antes tenga lugar el entierro, tanto más apropiado y preferible es(2).

Brevemente, la ley sobre el entierro de los muertos afirma que está prohibido transportar el cuerpo durante más de una hora de camino desde el lugar del deceso; que el cuerpo debe envolverse en una mortaja de seda o algodón, y en su dedo colocarse un anillo con la inscripción “Provine de Dios, y a Él vuelvo, desprendido de todo salvo de Él, aferrándome a Su Nombre, el Misericordioso, el Compasivo”; y que el ataúd debe ser de cristal, piedra o madera noble dura. Se ordena específicamente una Oración para los Muertos, que debe decirse antes del entierro(3). ‘Abdu’l-Bahá y Shoghi Effendi han explicado que esta ley prohíbe la incineración. La oración formal y el anillo deben emplearse para quienes han llegado a la edad de madurez. (Pág. 46.)(4).

La Oración para los Muertos está publicada en Oraciones y meditaciones de Bahá’u’lláh, CLXVII. Es la única oración bahá’í obligatoria que debe recitarse en congregación; ha de recitarse por un creyente, mientras todos los presentes permanecen de pie. No hay necesidad de volverse hacia el Qiblih mientras se recita esta oración. (Pág. 37.)(5).

EXTRACTOS DE CARTAS ESCRITAS EN NOMBRE DEL GUARDIÁN

En cuanto al servicio del funeral bahá’í, es extremadamente simple, pues consiste únicamente en una oración colectiva que debe leerse antes del entierro. Esta oración estará a disposición de los amigos cuando el Aqdas esté traducido y publicado. Mientras tanto, su Asamblea Espiritual Nacional debe tener especial cuidado para que los amigos no adopten o impongan ningún procedimiento uniforme o ritual en este asunto. El peligro de ello, al igual que en algunas otras cosas relacionadas con el culto bahá’í, es que se llegue a desarrollar entre los creyentes un sistema definido de rituales o prácticas rígidas. Debe observarse la mayor simplicidad y flexibilidad, y, de momento, una selección de los Escritos Sagrados bahá’ís puede servir a este propósito, teniendo en cuenta que esta selección no se adopte de manera rígida y uniforme en todas las ocasiones(6).
Tanto la ceremonia del matrimonio bahá’í como el funeral bahá’í son extremadamente sencillas en carácter, y ciertamente usted debe haber leído en Bahá’í News la explicación dada por el Guardián respecto a estos puntos. Como ya se ha mencionado, los creyentes deben evitar toda forma de rigidez y uniformidad en tales asuntos. Lo que es de vital importancia es observar estrictamente las leyes y directrices específicamente reveladas por Bahá’u’lláh. Éstas serán presentadas y explicadas a los amigos por el Guardián gradualmente. Mientras tanto, debe tenerse especial cuidado en evitar la introducción de detalles innecesarios y adiciones de naturaleza humana en el conjunto de las Enseñanzas(7).

No hay objeción alguna a que personas no bahá’ís estén presentes cuando se lea la oración larga para el difunto, con tal que respeten nuestra manera de leerla, levantándose y permaneciendo de pie tal como hacen los bahá’ís en esa ocasión. En realidad, tampoco hay ninguna objeción a que las personas no bahá’ís estén presentes durante la lectura de cualquier oración bahá’í para el fallecido(8).
Al informar sobre matrimonios bahá’ís, es mucho mejor mencionar que la ceremonia fue realizada por la Asamblea, pues esto es lo apropiado; un individuo actúa sólo en representación de la Asamblea en dicha ocasión. Puesto que un funeral no es una ceremonia legal, puede permitirse una mayor libertad de actuación, especialmente si la familia del fallecido quiere que sea un amigo bahá’í en particular quien lo oficie(9).
(…)
El Sr. y la Sra. …, naturalmente, son libres de ser enterrados en su propia parcela en el cementerio, si es lo que desean.
El funeral bahá’í debe dedicarse sólo a un creyente; pero no hay inconveniente alguno en que se lean oraciones bahá’ís, o que incluso un bahá’í dirija el funeral de una persona no bahá’í, si se le ha solicitado(10).

El cuerpo debe trasladarse por cualquier medio a una distancia que pueda cubrirse en una hora de viaje.(10)

El Guardián cree que lo ideal sería que los creyentes tuvieran un cementerio bahá’í…(11)

Con respecto a las cuestiones que usted plantea, con relación a los entierros bahá’ís, etc. Actualmente, el Guardián no hace hincapié en estos asuntos, pues su establecimiento podría desviar la atención de las extraordinarias tareas que tenemos ante nosotros. Sin embargo, las respuestas son las siguientes: Según las Enseñanzas Bahá’ís, parece claro que el cuerpo no ha de ser embalsamado. El entierro debe tener lugar a una hora de camino desde el lugar del deceso. La preparación del cuerpo para el entierro consiste en un cuidadoso lavado, y en la colocación de una mortaja de tela blanca, preferiblemente seda. No hay nada en las Enseñanzas con respecto a la cesión del cuerpo a instituciones científicas para la investigación científica, y, por tanto, el individuo puede hacer lo que desee, hasta que la Casa Universal de Justicia legisle sobre este asunto, si alguna vez lo hace. La práctica en Oriente es enterrar a la persona en las veinticuatro horas posteriores al fallecimiento, algunas veces incluso antes, aunque en las Enseñanzas no se especifica nada respecto al límite de tiempo.(12)

No hay nada en las Enseñanzas que esté en contra de ofrecer nuestro cuerpo a la ciencia médica. Lo único que debemos estipular es que no deseamos ser incinerados, pues va en contra de nuestras Leyes Bahá’ís.
Al igual que mucha gente hace sus arreglos para dejar su cuerpo a la ciencia médica para la investigación, él sugiere que usted indague, o bien a través de algún amigo abogado o por medio de algún hospital, cómo puede usted hacerlo, y después redacte las disposiciones necesarias en su testamento, estipulando que usted desea que su cuerpo, una vez muerto, sea empleado para el servicio de la humanidad, y que, como bahá’í, usted solicita que sus restos no sean incinerados ni que se trasladen a más de una hora de camino desde el lugar en que usted fallezca.
El espíritu no tiene más conexión con el cuerpo una vez que deja este mundo, pero como el cuerpo fue una vez el templo del espíritu, a nosotros los bahá’ís se nos instruye que debe ser tratado con respeto.(13)

EXTRACTOS DE CARTAS ESCRITAS EN NOMBRE DE LA CASA UNIVERSAL DE JUSTICIA

Para el entierro de los muertos los únicos requisitos obligatorios ahora en Occidente son enterrar el cuerpo (no incinerarlo), no transportarlo a más de una hora de distancia desde el lugar de deceso y recitar la Oración para los Muertos si el fallecido es un creyente de más de quince años.(14)

Usted ha preguntado si es permisible que los amigos entonen una oración colectivamente. Existe una diferencia entre entonar una oración colectivamente y la oración en congregación. La última es una oración formal normalmente conducida por un individuo usando un ritual prescrito. La oración en congregación en esta forma está prohibida en la Fe excepto en el caso de la Oración para los Muertos. Aunque recitar oraciones al unísono y unirse espontáneamente en la recitación de las Palabras de Dios no está prohibido, los amigos deben tener en cuenta el consejo del amado Guardián sobre este asunto, cuando él afirmó que:

“por tanto, aunque los amigos son libres de seguir su propia inclinación, (…) deben tener el máximo cuidado para que cualquier práctica no adquiera un carácter demasiado rígido, transformándose de este modo en una institución. Éste es un punto que los amigos siempre deberían tener en mente, para que no se desvíen del claro camino indicado en las Enseñanzas.”(15)

La Casa Universal de Justicia aconseja que debe tomarse como el lugar de deceso la ciudad o pueblo en el que el creyente fallece, y, por tanto, la hora de camino debe calcularse desde los límites de la ciudad hasta el lugar de entierro. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el espíritu de la ley de Bahá’u’lláh es ser enterrado cerca de donde uno muere.
En el momento presente no existen regulaciones definitivas en cuanto a la preparación de cementerios bahá’ís. Sin embargo, en una Tabla del Maestro, Él enfatiza la necesidad de que el cementerio tenga una apariencia externa hermosa, y afirma que las tumbas no deberían estar juntas, sino que cada una debería tener un macizo de flores alrededor por los cuatro lados. También indica que sería placentero si se colocara un estanque en el centro del cementerio y se plantaran hermosos árboles alrededor del mismo, así como alrededor del propio cementerio.(16)

La Oración para los Muertos debe recitarse en el funeral si el fallecido tiene quince años o más. Si no hay nadie en el funeral capaz de leer, es suficiente con decir sólo esa parte de la Oración que requiere la repetición de cada uno de los seis versos cortos diecinueve veces.
(…)
El cuerpo debe colocarse en la tumba de tal modo que los pies apunten hacia ‘Akká (el Qiblih).(17)

(Revisada en agosto de 1990)

(1) De una Tabla traducida del árabe.
(2) De una Tabla traducida del árabe.
(3) Véase Extracto 3.
(4) Sinopsis y Codificación del Kitáb-i-Aqdas, el Libro Más Sagrado de Bahá’u’lláh (Buenos Aires: Ebila, 1973), nota 30, pág. 62.
(5) Sinopsis y Codificación del Kitáb-i-Aqdas, el Libro Más Sagrado de Bahá’u’lláh, nota 11, pág. 58.
(6) 10 de enero de 1936, a la Asamblea Espiritual Nacional de los Estados Unidos y Canadá. Citado en Directrices del Guardián (Terrassa: Editorial Bahá’í de España, 1976), cita 127, págs. 79-80.
(7) 19 de mayo de 1936, a un creyente individual.
(8) Citado en Directrices del Guardián, nota 127, pág. 80.
(9) Citado en Directrices del Guardián, nota 159, pág. 100. 20 de julio de 1946, a la Asamblea Espiritual Nacional de los Estados Unidos y Canadá. (12) Citado en Directrices del Guardián, nota 127, pág. 80.
(10) 5 de agosto de 1949, a un creyente individual.
(11) 5 de septiembre de 1950, a un creyente individual.
(12) 2 de abril de 1955, a un creyente individual.
(13) 22 de marzo de 1957, a un creyente individual. Citado en Directrices del Guardián, nota 42, págs. 35-36.
(14) 9 de junio de 1974, a la Asamblea Espiritual Nacional de Islandia.
(15) 6 de febrero de 1975, a un creyente individual. Sinopsis y Codificación del Kitáb-i-Aqdas, nota 2, pág. 57.
(16) 20 de febrero de 1978, a la Asamblea Espiritual Nacional de Brasil.
(17) De una declaración preparada por una Asamblea Espiritual Nacional de África y aprobada por la Casa Universal de Justicia el 14 de junio de 1982.

ORACIONES PARA LOS DIFUNTOS

Oración obligatoria para el funeral (1)

¡Oh mi Dios! Éste es tu Siervo (2), el hijo de tu siervo que ha creído en Tí y en tus signos, y ha vuelto su rostro hacia Tí, completamente desprendido de todo. Excepto de ti. Tú eres verdaderamente, el más misericordioso de los misericordiosos.
Trátalo, oh Tú que perdonas los pecados de los hombres y encubres sus faltas, como corresponde al cielo de tu munificencia y al océano de tu gracia. Concédele que sea admitido en los recintos de tu trascendente misericordia, que existía antes de la creación del cielo y de la tierra. No hay Dios sino Tú, el que siempre perdona, el Más Generoso.

Luego se repite seis veces el saludo ‘Allá-u-Abhá’, y después se repite diecinueve veces cada uno de los siguientes versos:

Todos en verdad adoramos a Dios.
Todos en verdad nos inclinamos ante Dios.
Todos en verdad estamos consagrados a Dios.
Todos en verdad alabamos a Dios.
Todos en verdad damos gracias a Dios.
Todos en verdad somos pacientes ante Dios. (3)
Bahá’u’lláh

Otras Oraciones
¡Él es Dios! ¡Exaltado sea Él, Señor de amorosa bondad y generosidad!
¡Gloria sea a Ti, oh mi Dios, Señor Omnipotente! Soy testigo de tu omnipotencia y tu poder, de tu soberanía y tu amorosa bondad, de tu gracia y tu fuerza, de la unicidad de tu Ser y la unidad de tu Esencia, de tu Santidad y tu exaltación sobre el mundo de la existencia y todo cuanto hay en él.
¡Oh mi Dios! Tú me ves desprendido de todo, salvo de Ti, aferrándome a Ti y volviéndome hacia el océano de tu generosidad, el cielo de tu favor y el sol de tu gracia.
¡Señor! Soy testigo de que has confiado tu depósito a tu siervo y éste es el espíritu con el que Tú has dado vida al mundo.
Te pido por el resplandor del orbe de tu Revelación, que aceptes misericordiosamente aquello que ha logrado en tus días. Concédele, pues, que sea investido con la gloria de tu beneplácito y adornado con tu aceptación.
¡Oh Señor! Yo mismo y todo lo creado somos testigos de tu poder. Te ruego que no alejes de Ti a este espíritu que ha ascendido hacia Ti, hacia tu morada celestial, hacia tu exaltado Paraíso y hacia el retiró de tú cercanía, oh Tú que eres el Señor de todos los hombres.

Permite, pues, oh mi Dios, que tú siervo se asocie con tus elegidos, tus santos y tus Mensajeros, en esas moradas celestiales que ninguna pluma puede describir ni lengua alguna relatar.
¡Oh mi Señor! Verdaderamente, el pobre se ha apresurado hacia el Reino de tu Riqueza, el forastero hacia su hogar dentro de tus recintos, el sediento hacia el río celestial de tu munificencia. No le prives, oh Señor, dé su porción del banquete de tu gracia ni del favor de tu generosidad. ¡Tú eres en verdad el Todopoderoso, el Benévolo, el Todo Generoso!
¡Oh mi Dios! Tu depósito Te ha sido devuelto. Corresponde a tu gracia y a tu generosidad, que circundan tus dominios de la tierra y del cielo, conceder a tu recién llegado tus dádivas, tus dones y los frutos del árbol de tu gracia. Potente eres para hacer tu voluntad. No hay más Dios que Tú, el Benévolo, el Más Generoso, el Compasivo, el Conferidor, el Perdonador, el Apreciado, el Omnisciente.
Atestiguo, oh mi Señor, que Tú has ordenado a los hombres honrar a su huésped; y aquel que ha ascendido hacia Ti, ha llegado verdaderamente hasta Ti y ha alcanzado tú presencia. Trátalo, pues, según tu gracia y generosidad. Por tu gloria, sé con certeza que Tú no dejarás de hacer aquello que Tú ordenaste a tus siervos, ni excluirás a quien se ha asido al cordón de tu bondad y ha ascendido hacia la aurora de tu riqueza.
No hay más Dios que Tú, el Uno, el Único, el Poderosos, el Omnisciente, el Generoso. (4)
Bahá’u’llá

Di: ¡Oh Dios, mi Dios! Tú has confiado a mi cuidado un tesoro que te pertenece y ahora, de acuerdo con el agrado de tu voluntad, pides que éste vuelva a Ti. No es que yo, que soy una sierva tuya, diga a qué viene esto o por qué motivo ha ocurrido, ya que Tú eres glorificado en todos tus actos y debes ser obedecido en tus decretos. Tu, sierva, oh mi Señor, ha puesto sus esperanzas en tu gracia y generosidad. Permítele obtener aquello que le acerque a Ti y le sea provechoso en cada uno de tus mundos. Tú eres el que perdona, el Todo Generoso. No existe otro Dios más que Tú, el que ordena, el Antiguo de los Días. (5)
Bahá’u’llá

¡Gloria sea a Tí, oh Señor mi Dios! No humilles a quien Tú has exaltado mediante el poder de tu soberanía eterna y no alejes de Tí a quien Tú has hecho entrar en el tabernáculo, de tu eternidad. ¿Rechazarás, oh mi Dios, a quien Tú has protegido con tu soberanía y apartarás de Tí, oh mi deseo, a aquel para quien Tú has sido un refugio? ¿Podrás degradar a, quien Tú has elevado u olvidar a quien Tú permitiste que te recordara?
¡Glorificado, inmensamente glorificado eres Tú! Tú eres Aquel que desde siempre ha sido el Rey de toda la creación y su Primer Motor; y eternamente permanecerás como el Señor y el Ordenador de todas las cosas creadas. ¡Glorificado eres Tú, oh mi Dios! Si Tú dejas de ser misericordioso con tus siervos, ¿quién entonces será misericordioso con ellos? Y si rehusaras socorrer a tus amados, ¿quién hay que pueda socorrerles?
¡Tú eres glorificado, inmensamente glorificado! Tú eres adorado en tu verdad y a Ti ciertamente te veneramos todos. Tú estás manifiesto en tu justicia y de Ti, verdaderamente, todos somos testigos. Tú eres en verdad amado en tu gracia. No hay Dios sino Tú, el que ayuda en el peligro, el que subsiste por Sí mismo. (6)
Bahá’u’llá

Permite, oh mi Señor, que aquellos que han ascendido hacia Tí puedan dirigirse a Aquel quien es el Más Exaltado Compañero y puedan habitar a la sombra del tabernáculo de tu majestad y el santuario de tu gloria. Rocía sobre ellos, oh mi Señor, del océano de tu perdón, aquello que los haga dignos de habitar, tanto tiempo como dure tu soberanía, dentro de tu muy exaltado reino y tu altísimo dominio. Potente eres Tú para hacer lo que te place. (7)
Bahá’u’llá

¡Oh mi Dios! ¡Oh mi Dios! Verdaderamente, tu siervo, humilde ante la majestad de tu divina preeminencia, sumiso ante la puerta de tu unicidad, ha creído en Ti y en tus versos, ha atestiguado tu palabra, ha sido encendido con el fuego de tu amor, ha sido sumergido en las profundidades del océano de tu conocimiento, ha sido atraído por tus brisas, ha confiado en Ti, ha vuelto su rostro hacia Ti, Te ha ofrecido sus súplicas y le han sido asegurados tu perdón y tu clemencia. Ha abandonado esta vida mortal y ha volado hacia el Reino de la inmortalidad, anhelando el favor de encontrarse contigo.
¡Oh Señor! Glorifica su posición, cobíjale en el pabellón de tu suprema misericordia, hazle entrar en tu glorioso paraíso y perpetúa su existencia en tu exaltada rosaleda, para que pueda sumergirse en el mar de luz del mundo de los misterios.
Verdaderamente Tú eres el Generoso, el Poderoso, el Perdonador y el Donador.(8)
‘Abdu’I-Bahá

¡Oh mi Dios! ¡Oh Tú perdonador de los pecados, el que confiere los dones, el que disipa las aflicciones!
Verdaderamente te suplico que perdones los pecados de quienes han abandonado su vestidura física y han ascendido al mundo espiritual.
¡Oh mi Señor! Purifícales de sus transgresiones, disipa sus tristezas y cambia su oscuridad en luz. Haz que entren en el jardín de la felicidad, límpialos con el agua más pura y concédeles que puedan contemplar tus resplandores sobre el monte más sublime. (9)
‘Abdu’I-Bahá

¡Oh Tú Señor misericordioso! Aunque algunas almas han pasado los días de su vida en la ignorancia, se han apartado y son contumaces, sin embargo, con una ola del océano de tu misericordia, todos los que están rodeados por el pecado quedarán libres. De quienquiera Tú deseas, haces un confidente, y quienquiera que no sea objeto de tu elección, es contado entre los transgresores. Si nos trataras con tu justicia, todos nosotros no seríamos sino pecadores, y mereceríamos ser excluidos de Ti; pero si Tú apoyaras la misericordia, todo pecador sería purificado y todo extraño se convertirá en amigo. Concede, pues tu misericordia y tu perdón, y otorga tu clemencia a todos.
Tú eres el Perdonador, el que da la Luz y el Omnipotente. (10)
‘Abdu’I-Bahá

(1) Cuando se lea esta oración en un acto fúnebre Bahá’í, todos los presentes deberán permanecer de pie.
(2) Si se refiere a una mujer se dirá: “Esta es tu sierva y la hija de tu sierva…”
(3) Oraciones Bahá’ís, pág. 149. Editorial Bahá’í de España, 1994.
(4) Oraciones Bahá’ís, págs. 142-144. Editorial Bahá’í de España, 1994.
(5) Oraciones Bahá’ís, pág. 141. Editorial Bahá’í de España, 1994.
(6) Oraciones Bahá’ís, pág. 140. Editorial Bahá’í de España, 1994.
(7) Oraciones Bahá’ís, pág. 139. Editorial Bahá’í de España, 1994.
(8) Oraciones Bahá’ís, pág. 146. Editorial Bahá’í de España, 1994.
(9) Oraciones Bahá’ís, pág. 145. Editorial Bahá’í de España, 1994.
(10) Oraciones Bahá’ís, págs. 145-146. Editorial Bahá’í de España, 1994.


 

En el transcurso del siglo pasado, debido a sus creencias religiosas, los bahá’ís de Irán fueron sometidos a persecuciones. Desde el triunfo de la revolución islámica de 1979, las persecuciones de los bahá’ís se han recrudecido en lo que cabe describir como una campaña sistemática del Gobierno destinada a exterminar la Comunidad Bahá’í de Irán. Entre 1978 y 1988 más de 200 bahá’ís fueron ejecutados por el Gobierno iraní. Cientos de ellos han sido encarcelados y decenas de miles se han visto privados de sus trabajos, pensiones, negocios y posibilidad de educación. Los bahá’ís han tenido que padecer estas persecuciones tan sólo por sus creencias religiosas. En vista de la intensa presión internacional, de la que son ejemplo toda una serie de resoluciones de la ONU en contra de Irán, el Gobierno iraní redujo en su día la proporción de ejecuciones y encarcelamientos de los bahá’ís. No obstante, el descubrimiento a comienzos de 1993 de un memorándum del Gobierno iraní, hasta entonces secreto, redactado por el Consejo Revolucionario Supremo de la Cultura y firmado por el Presidente de la República, Alí Khamenei, muestra inequívocamente que el objetivo último del Gobierno es el de frenar completamente el progreso y desarrollo de la Comunidad Bahá’í. El documento impone a los bahá’ís toda una serie de restricciones en materia de educación y trabajo que, tomadas en su conjunto, constituyen un plan, en toda regla, destinado al estrangulamiento de la Comunidad Bahá’í del citado país. El memorándum no se limita tan sólo a la “cuestión bahá’í” en el territorio iraní, sino que contempla la necesidad de un plan que permita atacar y destruir las “raíces culturales” de los bahá’ís fuera de sus fronteras.

Entre los seguidores del Báb destacaba un joven de noble linaje. Su nombre era Mirzá Husayn-‘Alí Nurí (1817-1892), quien más tarde adoptaría el sobrenombre de Bahá’u’lláh (La Gloria de Dios). Su carácter bondadoso, así como Su sabiduría y desapego hacia las riquezas materiales, Le granjearon el cariño de las gentes. Tras la ejecución del Báb, la persecución acabó por alcanzarle. En 1852 fue encarcelado en una de las mazmorras más inhumanas de la capital. Fue allí donde recibió la primera señal divina de la misión que Le aguardaba como el Prometido de todas las religiones del pasado.

En el año 1844 un joven comerciante persa, Siyyid ‘Alí-Muhammad (1819-1850), declaró ser un enviado de Dios, y que su misión era la de preparar a la humanidad para la llegada del Prometido de todos los tiempos. Adoptó el título de El Báb (La Puerta) y fue el fundador de la religión babí. Cientos de miles de personas se declararon seguidores suyos. El Gobierno persa, fuertemente presionado por el clero chiíta, decidió acabar con la nueva religión mediante un atroz baño de sangre que se saldó con la muerte de miles de creyentes babíes. El Báb mismo fue ejecutado públicamente en el año 1850. Tal fue su influencia, que la prensa, los orientalistas y pensadores europeos de la época se hicieron eco de su vida y enseñanzas. Periódico La Esperanza, Madrid, 24 de octubre de 1850.

Bahá’u’lláh (1817-1892), pertenecía a la nobleza y desde muy joven mostró su preocupación por los necesitados, hecho que Le valió el sobrenombre de “Padre de los pobres”. Pronto se vio envuelto en la vorágine de los dramáticos acontecimientos que tuvieron lugar en torno a la figura del Báb, cuya incipiente fe abrazó. Desde 1852, fecha en que sufrió Su primer encarcelamiento, Bahá’u’lláh vivió hasta el final de Su vida como prisionero o exiliado. En 1863 Bahá’u’lláh declaró ser el nuevo enviado de Dios y portador de un mensaje renovador. Bahá’u’lláh enseñó que con su misión se cumplían las promesas mesiánicas recogidas en los Escritos Sagrados de la humanidad, y afirmó que en realidad todas las religiones del mundo no son sino distintos capítulos de un mismo libro: el Libro de Dios. Las protestas de las delegaciones europeas, unidas a la posición y reputación de Bahá’u’lláh, evitaron Su ejecución. En 1853, Él y Su familia llegaron en calidad de desterrados a Bagdad. La gradual reorganización de la dispersa y desmoralizada comunidad babí puso en evidencia la autoridad de Bahá’u’lláh e indujo a que el Gobierno persa solicitara al Gobierno turco un nuevo traslado a tierras más distantes. En abril de 1863, pocos días antes de partir hacia Estambul, Bahá’u’lláh reunió a un pequeño grupo de babíes, a quienes confió Su verdadera condición. Este hecho marca el nacimiento de la Fe Bahá’í. Tras una permanencia de pocos meses en la capital otomana, Bahá’u’lláh fue nuevamente desterrado, esta vez a Edirne (la antigua Adrianópolis, en la Turquía europea). Desde allí, Bahá’u’lláh dirigió cartas a los reyes y gobernantes de las naciones más poderosas del mundo (Napoleón III, el zar Alejandro II, la reina Victoria, el káiser Guillermo I), así como a las grandes autoridades religiosas de la época, como el papa Pío IX. En ellas, Bahá’u’lláh les anuncia Su misión, les amonesta por los excesos cometidos con sus súbditos, les invita a establecer la Paz Mundial y les advierte de las graves consecuencias si persisten en su negligencia. El emperador otomano en persona decidió finalmente desterrar a Bahá’u’lláh a la colonia penal de ‘Akká (San Juan de Acre, en la actual Israel), donde su cautiverio conoció tres etapas: encarcelamiento en una celda (desde 1868 hasta 1870), confinamiento dentro de la ciudad (hasta 1877) y reclusión en una casa a las afueras de la ciudad (hasta 1892). Irónicamente recibido al principio por la muchedumbre como el dios de los persas, Bahá’u’lláh fue ganando el respeto y la admiración de cuantos llegaron a tratarle. Durante todos estos años, Bahá’u’lláh reveló innumerables obras, que constituyen el cuerpo fundamental de los Escritos Sagrados bahá’ís. Ésta es la primera vez en la Historia en que se conservan los escritos originales del fundador de una religión. Entre toda su obra, ocupa un lugar preeminente el Kitáb-i-Aqdas (el Libro Más Sagrado), revelado en 1873.

Bahá’u’lláh asevera que la religión es esencial para el progreso de la civilización: “La religión es el mayor de todos los medios para el establecimiento del orden en el mundo y la seguridad de sus pueblos”. Al mismo tiempo advierte que la religión debe ser causa de armonía y amor, y no de odio y enemistad: “Si la lámpara de la religión se apagara, el caos y la confusión sobrevendrían, y las luces de la honradez, de la justicia, de la tranquilidad y de la paz dejarían de brillar”. Los bahá’ís creen que la religión puede contribuir de forma muy significativa a la maduración de la “conciencia”. Pero ello exige una mayor potenciación efectiva de los principios o leyes fundamentales compartidos por todos los grandes credos. En 1993 la Comunidad Internacional Bahá’í suscribió la declaración elaborada por los representantes de las religiones del mundo reunidos en Chicago. La declaración esbozaba un acuerdo básico en torno a valores y criterios compartidos por los creyentes de dichas confesiones. Creemos que es mucho lo que puede hacerse en esta línea, y que la ciudadanía española tiene mucho que ganar si los planteamientos de respeto por la vida, solidaridad, justicia económica, tolerancia e igualdad entre hombre y mujer son trasladados de forma efectiva al plano práctico. Reafirmar la necesidad de potenciar el cultivo de las virtudes personales y cívicas no es poner la vista en el pasado. Así como la existencia se reafirma mediante ciclos biológicos, del mismo modo la continuidad de la civilización humana requiere la renovación y afirmación de los valores. El papel de los padres y de la escuela en dicha tarea es fundamental y, por tanto, requiere apoyos institucionales activos. Igualmente importante es que el conjunto de la Administración, Gobiernos, Instituciones e interlocutores y agentes sociales se rijan por principios éticos compartidos y generadores de confianza: equidad, transparencia, servicio comunitario, integridad.

 Bahá’u’lláh falleció el 29 de mayo de 1892. En Su Testamento instó a todos los bahá’ís a volverse hacia Su primogénito ‘Abbás Effendi, conocido como ‘Abdu’l-Bahá (1844-1921), a quien nombró Intérprete de Sus enseñanzas. Este hecho, también singular en la historia de las grandes religiones, es conocido como el Convenio o Alianza de Bahá’u’lláh. En aquel momento, la comunidad bahá’í estaba integrada por varias decenas de miles de seguidores dispersos en media docena de países de Oriente Medio. En 1909, tras la revolución de los jóvenes turcos, ‘Abdu’l-Bahá fue liberado de Su confinamiento. Poco después partió rumbo a Europa. En 1911 visitó Londres y París, y en 1912 emprendió una larga travesía que le llevaría a Norteamérica. En estos viajes ‘Abdu’l-Bahá proclamó públicamente, en iglesias, sinagogas, universidades y toda clase de foros, el mensaje revelado por Su padre. Su vida, consagrada a ejemplificar las enseñanzas bahá’ís, despertó la admiración general. Abdu’l-Bahá designó como sucesor a Su nieto Shoghi Effendi. De esta forma se prolongaba el Convenio de Bahá’u’lláh y se salvaguardaba la unidad de la comunidad bahá’í frente a posibles escisiones. ‘Abdu’l-Bahá falleció en 1921 en Palestina.

Shoghi Effendi (1897-1957) dedicó su ministerio a cuatro tareas fundamentales: la interpretación de las Escrituras  Sagradas de Bahá’u’lláh, la traducción de éstas al inglés, el desarrollo del Centro Mundial Bahá’í, con sede en Haifa (Israel), y la puesta en marcha del Orden Administrativo establecido por Bahá’u’lláh. A su muerte, la comunidad bahá’í estaba integrada por varios cientos de miles de seguidores, residentes en más de 50 países.

Desde 1957 en adelante la comunidad mundial bahá’í continuó experimentando un crecimiento acelerado. En 1963 los bahá’ís de todo el mundo eligieron por primera vez a su órgano supremo de gobierno: la Casa Universal de Justicia.

Hace 50 años que la Comunidad Bahá’í arraigó en este país (Carta abierta a los pueblos de España de la Comunidad Bahá’í). Tres generaciones de bahá’ís se han sucedido desde que en diciembre de 1946 puso pie en nuestro suelo Virginia Orbison, una bahá’í norteamericana deseosa de traer un nuevo mensaje religioso a sus congéneres de este lado del Atlántico. Ser mujer, extranjera y difusora de creencias ajenas a las prevalecientes en aquellos años de posguerra fue una ardua empresa. Los primeros esfuerzos dieron su fruto en 1948 con la formación del primer órgano de gobierno de los bahá’ís de Madrid. En la actualidad, la Comunidad Bahá’í de nuestro país cuenta aproximadamente con un centenar de instituciones semejantes. Los bahá’ís se encuentran distribuidos por toda nuestra geografía, residen en cerca de 300 poblaciones y hablan en todas las lenguas del Estado. Su razón de ser, es dar testimonio en sus vidas del mensaje que trajo Bahá’u’lláh, el fundador de la Fe Bahá’í.

Con la celebración de este 50º aniversario, la Comunidad Bahá’í desea rendir homenaje a toda una generación de personas que hicieron posible el surgimiento de una comunidad dinámica, conocida por su idealismo y dispuesta a ser fermento de cambio en nuestra sociedad. Hace medio siglo, “ser de otra religión” no era cuestión menor. Ni la sociedad española era la que es hoy, ni la comunidad mundial bahá’í era la realidad pujante que hoy conocemos. La libertad de culto no estaba reconocida, los recursos más elementales escaseaban, e ideas universales, como la necesidad de un idioma universal auxiliar o un tribunal internacional de justicia, parecían elementos utópicos que la marea de la contienda civil había dejado caer definitivamente en olvido.

Ser bahá’í en los años 50 y 60 requería una madera especial de persona. Darse a conocer a parientes, amigos, colegas y a la sociedad en general era exponerse a no ser comprendido. En muchos casos esa dificultad acababa convirtiéndose en un muro de incomprensión, en pequeños o grandes ostracismos y exilios interiores que sólo la fuerza de convicción hacía llevaderos. Los bahá’ís de España comparten una misma fe con más de 6 millones de creyentes en Bahá’u’lláh, establecidos en la mayoría de países y territorios del planeta, hecho que convierte a esta religión en la segunda más extendida después del cristianismo. Queremos celebrar con agradecimiento nuestra historia y deseamos que esta conmemoración constituya un serio motivo de reflexión para nuestra comunidad. Pero además queremos compartir con nuestra sociedad los principios que consideramos necesarios para su progreso y bienestar. Sostenemos que en esta nueva etapa de la evolución de humanidad es preciso que nuestras sociedades se transformen en espacios de participación basados en la solidaridad y la justicia, donde el respeto a la dignidad de la persona esté por encima de cualquier interés particular.

Creemos que para lograrlo es necesario aceptar de corazón algunos principios esenciales: que la unidad del género humano es la base de toda acción social; que la unidad no debe nunca sacrificar la diversidad, sino que, en todo caso, ambas deben realizarse recíprocamente; que todos los seres humanos son ciudadanos del mundo; que la mujer esta llamada a cumplir un papel preponderante en la pacificación de los asuntos mundiales; que la ciencia y la religión deben convivir en armonía; que la religión ha surgido para ser causa de unidad y concordia, no de enemistad y odio; que el desarrollo es, ante todo, el desarrollo de las personas en lo espiritual, moral, social y económico; que los extremos de riqueza y pobreza deben ser eliminados; que la paz y la seguridad del mundo son inalcanzables a menos que su unidad sea firmemente establecida; que la “verdad es buena en cualquier lámpara que brille”. Éstas son algunas de las premisas que marcan el criterio por el que se guían los bahá’ís.

Hoy, cuando el desgarro moral de los crisis sociales y los dramas humanitarios hacen mella cotidianamente en nuestras conciencias, los bahá’ís seguimos afanados por la paz, pues tenemos la certeza de que estos dolores son el preludio de una humanidad renovada y solidaria, en el seno de una civilización mundial. Nuestro mensaje es, por tanto, un mensaje de esperanza para toda la humanidad. Un mensaje basado en la visión que Bahá’u’lláh ofreció al mundo, hace más de ciento cuarenta años, desde las entrañas de una mazmorra y durante cuatro exilios sucesivos. Fue Él quien aseguró que el propósito fundamental de las religiones es “proteger los intereses de la raza humana, promover su unidad y estimular el espíritu de amor y fraternidad entre los hombres”. Al cumplir nuestro cincuentenario, los bahá’ís de España -hombres, mujeres, jóvenes y niños- seguimos deseosos de dar a conocer el legado de Bahá’u’lláh. Creemos en el poder del espíritu humano, tenemos fe en las innumerables energías que el Creador ha infundido en esta nueva etapa de la de la evolución humana, y bregamos por abrir un horizonte de esperanza en el futuro que nos guarda. Ésta es nuestra razón de ser, y en esa medida nos proponemos servir sinceramente a nuestros congéneres. La humanidad se halla ante una de las mayores encrucijadas de su historia; aunque exista una vaga conciencia de esta coyuntura, no obstante sigue prevaleciendo la confusión. Cualquier aportación que permita vislumbrar nuevas salidas merece – creemos – una atención considerada de la ciudadanía. En este sentido, la aportación realizada por Bahá’u’lláh constituye una de las más sustanciales de la historia contemporánea, tal y como cada vez más pensadores e intelectuales vienen reconociendo. Nuestra responsabilidad es compartir esa aportación con nuestros congéneres. La suya es conocerla y evaluarla. Marzo de 1997.

La Asamblea Espiritual Nacional de los Bahá’ís de España. El principal centro de la Comunidad Bahá’í de España, sede de la Asamblea Espiritual de los Bahá’ís de España, se encuentra en Madrid (calle Matías Turrión 32). Desde este lugar se coordinan los esfuerzos que la Comunidad Bahá’í realiza con objeto de difundir los principios bahá’ís, establecer programas de desarrollo y prestar otros servicios a la sociedad. La Comunidad Bahá’í de España opera como brazo de la Comunidad Internacional Bahá’í, al igual que otras 181 comunidades bahá’ís establecidas alrededor del mundo. La Comunidad Internacional Bahá’í, acreditada ante las Naciones Unidas desde 1948, posee estatus consultivo en el Consejo Económico y Social (ECOSOC) y el Fondo para la Infancia (UNICEF). Asimismo, colabora con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR), el Fondo para el Desarrollo de la Mujer (UNIFEM) y los programas de Medio Ambiente y de Asentamientos Humanos.

Desde el punto vista bahá’í, el mundo contemporáneo atraviesa una gran crisis. “Dramas” como los vividos en Somalia, Ruanda, Zaire o la extinta Yugoslavia lo ponen de manifiesto de manera perentoria. Pero éstos, aun siendo graves, son sólo capítulos de una crisis más amplia que afecta al mundo de la empresa, a la organización de la ciencia, al papel de los medios de comunicación, a la problemática de la gobernabilidad, etc. Los Escritos bahá’ís coinciden en definir la etapa histórica que atraviesa la humanidad como un período de transición especialmente intenso y acelerado. Todos los órdenes de la vida humana se están viendo sometidos a este proceso. En gran parte, la crisis contemporánea es una crisis de valores motivada por la confusión de perspectivas valorativas y por la propia dinámica amoral que engendran antivalores como el consumismo.

Al abogar por un mayor impulso ético, los bahá’ís no defienden un retorno imposible al rigorismo moral o a la moralina, sino una toma de conciencia -personal, comunitaria e institucional- consecuente con las necesidades de la humanidad en su conjunto. El problema ético que ahora se plantea la humanidad requiere un reconocimiento de varios hechos inseparables. En primer lugar, el hecho de que toda persona posee un fuero íntimo e inalienable, sujeto efectivo de derechos y obligaciones. En segundo lugar, la realización de la persona sólo es posible en el concierto de una comunidad de hombres y mujeres (niños, jóvenes, adultos y ancianos) que conviven en ese todo que, por conveniencia, denominamos “sociedad planetaria”, resultante del entrecruzamiento de generaciones, culturas, civilizaciones e historias diversas. La humanidad apenas ha sido capaz de reconocerse a sí misma como ese conjunto plural, y menos aún de trasladar dicha visión al espacio social y político. El desgarro moral que producen los sufrimientos de cientos de millones de seres humanos sometidos a la humillación del hambre, la pobreza y las guerras son en sí mismos una denuncia inapelable que ninguna persona juiciosa puede soslayar.

Erradicar los prejuicios basados en diferencias de credo, color, género o clase. Otro de los principios cardinales de la Fe Bahá’í es la igualdad de derechos, privilegios y oportunidades entre mujeres y hombres. Desde la perspectiva bahá’í, la emancipación de la mujer debe considerarse como uno de los requisitos esenciales para la consecución de la paz mundial. Aunque las mujeres constituyen algo más de la mitad de la población mundial, sin embargo, lastradas por inercias históricas, su participación en todas las esferas del quehacer humano sigue siendo escasa. Esta situación redunda en perjuicio de la propia mujer y socava el correcto funcionamiento de todas las instituciones, desde la familia al Estado.
Desde el punto de vista bahá’í, la igualdad de derechos, privilegios y oportunidades entre ambos géneros se entiende en clave de complementariedad. De este modo, una vez reconocidas las diferencias entre mujeres y hombres, se podrá asumir sin mayores traumas que cada parte aportará a los procesos de construcción social sus valores más intrínsecos. Por su parte, el ejercicio de este tipo de corresponsabilidad requiere de condiciones de igualdad y respeto mutuos.
Atender a las necesidades y tener consideración por los derechos de todas las gentes, muy especialmente de los desposeídos, marginados y minorías. Aunque los recursos de la Comunidad Bahá’í son limitados en comparación con los medios de que disponen otras organizaciones (ya no se diga de los gobiernos y organismos internacionales), ello no ha sido impedimento para que en el curso de los últimos años se haya emprendido toda una serie de esfuerzos destinados a hacer frente a los problemas del subdesarrollo y la degradación medioambiental. Lo significativo del empeño no radica ni en la cuantía ni en la escala, sino en la novedad y esperanza que el modelo bahá’í de desarrollo ofrece al mundo. La casi totalidad de los esfuerzos que ha destinado la comunidad mundial bahá’í a hacer frente a los problemas del subdesarrollo y degradación medioambiental se proyectan y ejecutan a nivel local. Así pues, se conciben como proyectos que deben ser gestionados fundamentalmente por los propios sujetos, y al mismo tiempo protagonistas, de los procesos de desarrollo. La gran mayoría de estos proyectos están, directa o indirectamente, dirigidos a promover la unidad de la humanidad. Muchos ponen el acento en elevar el estatus de la mujer. Otros están al servicio de minorías que han sufrido discriminación. La mayoría hace gran uso del principio de la consulta(1) como medio para granjearse la colaboración, dar autonomía a sus beneficiarios y promover el concepto de servicio.

En conjunto, el resultado da fe de un nuevo modelo, global e integrado, de actuación socioeconómica. En la actualidad, las comunidades bahá’ís de todo el mundo están llevando a cabo cerca de 1500 proyectos de desarrollo local, que comprenden desde la creación de centros modestos de alfabetización, hasta campañas de reforestación, pasando por la instalación de dispensarios médicos y centros de investigación medioambiental. La gran mayoría de los proyectos se lleva a cabo en los países más desfavorecidos del planeta. Por su parte, la Comunidad Bahá’í de España no gestiona directamente proyectos de desarrollo en otros países. Su participación en dichos proyectos se limita a la provisión de recursos económicos y humanos, conforme a sus posibilidades. Asimismo, procura estar al corriente de las experiencias y conclusiones que se desprenden de esas actividades. Para la Comunidad Bahá’í de España, dicho conocimiento constituye el cimiento de su discurso y plan de acción para su labor e interacción con la sociedad civil en el campo del desarrollo.
Adoptar un sistema de seguridad colectiva combinado con el desarme progresivo de todos los Estados.
Crear un tribunal mundial de justicia y cuantos dispositivos garanticen la seguridad de las fronteras, la comunicación de las personas y los intereses superiores del conjunto de la humanidad.
Fomentar las artes y el saber en espíritu de servicio.
Adoptar un idioma internacional auxiliar.
Universalizar la educación a todos los niños y niñas del planeta.
Confraternizar con las personas de todos los credos en espíritu de amistad y camaradería.

Alfonso M. García Hernández
Profesor Titular de la Escuela de Enfermería y Fisioterapia
de la Universidad de La Laguna. Tenerife.
Última actualización: 12 enero 2001