Celebraciones

DÍA DE TODOS LOS SANTOS. DÍA DE LOS SANTOS DIFUNTOS

Todas las sociedades organizan ceremonias para conmemorar, celebrar o despedir personas y situaciones. La vida y la muerte así como todo lo que concierne al cuerpo son, en la universalidad de las sociedades humanas, objetos de ceremonia.

La celebración del Día de Difuntos ha sido tradicionalmente en España una fiesta exclusivamente religiosa e íntima en la que se recuerda a los seres queridos que han muerto. Una ceremonia solemne que incluye pocos detalles lúdicos. Mientras en otros países latinos dan a la fecha un carácter mucho más festivo y más cargado de contenido ritual.

La actividad ritual suele desarrollarse en los momentos transcendentales de mutación de la existencia individual o colectiva y nace de nuestras propias emociones. Ritualizar consiste en traducir esas emociones en un relato, por eso se asocia al mito, como relato simbólico. Se trata de una forma de repetición práctica del contenido mítico frente a la muerte, el mito narra el viaje del alma después del óbito. El mito se convierte así en parte integrante del rito como fórmula de expresión verbal del pensamiento.

El rito, en su sentido amplio, es una unidad simbólica de expresión, definida culturalmente por los miembros de una sociedad dada que designa actos o sucesión de actos no instintivos que no pueden explicarse racionalmente como medios para la consecución de un fin. Posturas, actitudes e intercambios verbales constituyen una fórmula de comunicación pautada culturalmente por la tradición que se desencadena en un espacio y tiempo limitados. En el ritual funerario, según el discurso manifiesto, los símbolos que lo definen y estructuran tienen como finalidad guiar al difunto, prepararlo y disponerlo para su destino definitivo. No obstante, en el discurso latente su finalidad es otra porque el ritual sirve para controlar lo aleatorio, lo episódico y para apaciguar la angustia que nos produce el cadáver y la idea de la muerte. El cadáver es el referencial, el signo al que se le atribuyen unos significados que ayudan a sustentar las creencias en torno a la vida y a su desaparición porque el cadáver es la redificación de la muerte. El cadáver moviliza las relaciones sociales e incrementa la interacción grupal que se activa marcando las pautas de acomodación que restablecerán el orden perdido.

En nuestra sociedad el procedimiento ritual ha ido perdiendo su eficacia aunque, en términos generales, se sigue manteniendo inamovible su estructura. En las sociedades tradicionales, el individuo no es nada fuera del grupo social que lo estructura y se encarga de él. La muerte no es percibida como un mal supremo ni como el escándalo por excelencia puesto que se reduce a una pérdida fragmentada y provisional. Para paliar su impacto, que no es más que un accidente de trámite para el grupo, los ritos de gran complejidad expresan la solidaridad entre los vivos y los difuntos porque regulan el luto -las señales de dolor-, y aseguran el status del difunto para que una vez integrado en el mundo de los ancestros participe de la continuidad del grupo.

En los orígenes de estas celebraciones, relacionadas con la fiesta de Halloween en los países anglosajones, hallamos una mezcla de paganismo y cristianismo.

Entre los celtas existía la celebración llamada “Samhain”, que tenía lugar al final de la mitad estival del año, pues los celtas dividían el año en dos partes, verano e invierno. Esta celebración cerraba la época de la cosechas y acababa con la fiesta de los muertos, inicio del año nuevo celta. Se dice que los espíritus de los muertos regresaban en esa fecha para visitar sus antiguos hogares. Tras la invasión de las Islas Británicas por los romanos (46 a.C.), esta festividad de los druidas fue adoptada por los invasores, que contribuyeron a propagarla por el resto del mundo. La palabra “Halloween” procede de una contracción de All Hallows´ Eve, o Víspera de Todos los Santos (1 de noviembre), que es el día en el que la Iglesia Católica honra a todos los santos.

Desde el siglo IV la Iglesia de Siria consagraba un día a festejar a todos los mártires. Tres siglos más tarde el Papa Bonifacio IV (615) transformó un panteón romano en un templo cristiano y lo dedicó a “Todos los Santos”. La fiesta en honor de Todos los Santos se celebraba inicialmente en mayo, pero el Papa Gregorio III (741) cambió la fecha al 1 de noviembre.

Por otro lado, en el año 998, San Odilón, abad del Monasterio de Cluny, en el sur de Francia, añadió la celebración del 2 de noviembre como fiesta para orar por las almas de los fieles que habían fallecido, por lo que fue llamada Fiesta de los “Fieles Difuntos”.

Estas fechas se celebran en España con unas características especiales. Durante los días que las preceden los familiares de los difuntos realizan frecuentes visitas a los cementerios con objeto de limpiar a fondo las losas de las sepulturas de sus allegados y adornarlas con todo tipo de flores, entre las que destacan los crisantemos.

La visita a los cementerios se realiza el 1 de noviembre. Si el óbito se ha producido recientemente, la estancia de los familiares en el camposanto será más larga, su número será mayor y las oraciones dedicadas a los muertos más prolongadas. En cualquier caso, no puede decirse que sea un hábito generalizado, pues la población que visita los cementerios suele ser la de mayor edad. Muchos españoles sienten una profunda aversión ante cualquier situación relacionada con la muerte y optan por ignorarla, tal vez con la esperanza de que esa actitud consiga alejarla de sus vidas.

Es habitual consumir ciertos dulces característicos de esta época del año: huesos de santo y buñuelos de viento. Los primeros se confeccionan a base de mazapán en la parte externa y están rellenos de crema, chocolate, yema, boniato, etc. Los buñuelos son frituras confeccionadas a base de aceite de oliva y harina que tienen forma de bola y están rellenos de crema.

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DÍA DE MUERTOS EN MÉXICO. MÁS QUE UNA TRADICIÓN:

México cuenta con un Día de Muertos en el que se conjuga lo religioso y lo pagano, el miedo y la burla. Y como toda fiesta que se precie no olvida los dulces típicos, habituales en estas fechas.

La noche del primero y dos de noviembre pasado, los cementerios estaban impresionantes. Las flores sobre las tumbas son muchísimas, las veladoras y los cementerios son un jardín de imágenes y símbolos que trascienden su estudio y significado.

El calor de la luz y el rumor de las oraciones, junto a la comida y la bebida nos introducen en una letanía que nos transporta.

El olor y el color son inconfundibles. Fuertes y penetrantes, la flor de cempasúchil acumulada anteriormente en los puestos de los mercados marca su residencia, junto a las rajitas de ocote con el copal, los incensarios y candelabros de barro, el papel picado. Es una consciencia colectiva, comunitaria. Donde se celebra la familia, la recepción y despedida de las ánimas, la preparación y colocación de las ofrendas en el altar familiar, el arreglo de las tumbas y panteones, la velación en el camposanto y la celebración de los oficios religiosos.

Los parientes muertos regresan de un mundo parecido al de los vivos, y se les recibe con una breve convivencia, y se les despide con música, comida y recuerdos.

En muchos lugares las ánimas de los muertos serán guiadas por las luces de las velas y el aroma de los pétalos de las flores que trazan una vereda de la calle al altar. Mientras un repiqueteo de campanas, los rezos y la quema del copal junto a las velas encendidas, anunciarán su llegada, mientras que un nuevo repiquetear de campañas y el tronar de los cohetes las despedirán.

BIBLIOGRAFÍA DE INTERÉS

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Bibliografía en inglés

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Sayer, Cloë, ed. 1994 The Mexican Day of the Dead: An Anthology. Boston: Shambala Redstone Editions.

Academia Mexicana de la Lengua “Diccionario de mexicanismos”. México, D.F. 2003.
A los vivos pan y a los muertos paz
Amigos hasta morir, pero de prestarte nada hay que decir
A mí la calaca me pela los dientes
A mi no me espanta el muerto, aunque salga a media noche
Anda como el diablo en el panteón
Al año de fallecido, más come el muerto que el vivo
Al cabo la muerte es flaca y no ha de poder conmigo
Al vivo todo le falta, y al muerto todo le sobra
Al fin que para morir nacimos
Comerse un taco de sal, para no resollar después de muerto
Como la muerte de Apango: ni chupa, ni bebe ni va al fandango
Como el burro del aguador, cargado de agua y muerto de sed
Cuando el tecolote canta, el indio muere
Cuando estés muerto, todos dirán que eres bueno
Cuánto me gusta el negro, aunque me espante el difunto
Darse de baja
De aquí a cien años, todos seremos calvos
De borrachos y tragones, están llenos los panteones
El muerto a la sepultura y el vivo a la diablura
El muerto al hoyo y el vivo al bollo
El muerto nada se lleva y todo se acaba
El muerto y el arrimado a los tres días apestan
El mundo se acaba pa´l que se muere
Entre todos lo mataron y solito se murió
Entre varios pesa menos el muerto
Es mejor oler a unto que a difunto
Estirar la pata
Genio y figura, hasta la sepultura
Hacer uno el último viaje
Hay muertos que no hacen ruido, y son mayores sus penas
Hijo de anciano, huérfano temprano
Le dieron chicharrón
Le dieron matarili
Le sacaron el tepache
Le sonaron la campana
Lo que la cuna da, sólo el ataúd lo quita
Lo que no se ha hecho en vida, se hace en la muerte
Mala yerba nunca muere
¡Mal haya quien dijo miedo, si para morir nací!
Más vale aquí corrió que aquí murió
Más vale llegar tarde que, temprano a la eternidad
Más vale morir de lleno y no de vacío
Más vale morir de pie que vivir de rodillas
Más valen vivos barbones que muertos rasurados
Matrimonio y mortaja del cielo bajan
Me vas a matar de un susto
Morirse uno de ganas
Muerto el marrano, suelta la manteca
Muerto el perico, para qué quiero la jaula
Muerto está el ausente y vivo el presente
No le pidas pan al hombre ni chocolate a la muerte
No se puede cargar al muerto y cantar el alabado
No somos nada, tenemos la vida prestada
Pa´l casamiento y el difunto, nunca hay dinero junto
Para cadáver el de Benito Juárez, todos los demás son puros muertos
Pa´todo hay remedio menos pa´la muerte
Petatearse
Primero muerto que cadáver
Que buena me la dejó el difunto (a la viuda)
Salir con las patas por delante
Se hace pesado el muerto cuando siente que lo cargan
Se lo echaron al plato
Se lo fildeó la pelona
Sentir que la calaca le pisa a uno los tobillos
Si de frío te estas muriendo, di que te sientes caliente
Si quieres saber tus defectos, cásate, si quieres saber tus virtudes, muérete
Sobre el muerto “las coronas” (una marca de cerveza mexicana)
Sólo el que carga el cajón sabe lo que pesa el muerto
Te va a agarrar la muerte canija
Todos nacemos llorando y nadie se muere riendo
Todos sabemos donde nacimos, pero no donde morimos
Uno pone, Dios dispone, llega la catrina y todo lo descompone
P.D.- Extraído de “Ensayo Historia y Antropología de la Muerte. Módulo 7 Master Universitario en Tanatología. Blanca Ramírez.”

Halloween

Halloween es un nombre derivado de “All Hallows’ Eve” o “Víspera del día de todos los santos”.

Es una mezcla de tradiciones más o menos antiguas y tiene su propia versión en muchos países. Su origen proviene de los ritos de los Druidas (sacerdotes de tribus Celtas) para celebrar el día en que Samhain, el Dios de los muertos, invocaba a los malos espíritus a reunirse la última noche del año para examinar los acontecimientos del futuro y además para que visitaran sus antiguos hogares en la tierra.

Gradualmente esta fiesta fue adquiriendo, con el paso de los años, un carácter siniestro, incluso llegándose a creer que, ese día, fantasmas, hadas, duendes, brujas y demonios de toda clase, paseaban por las calles de todos los pueblos y ciudades del mundo.

Con la invasión de los romanos, la cultura celta se mezcló con la romana. Los romanos la fusionaron con sus Fiestas de Pomona, dedicadas a la diosa de la fertilidad, y así el primitivo Halloween de los celtas pudo sobrevivir al paso del tiempo conservando gran parte de su espíritu y algunos de sus ritos.

Con la expansión del cristianismo por Europa la fiesta se encontró un nuevo rival. Primero el Papa Gregorio III decidió trasladar la “Fiesta de Todos los Santos” al 1º de Noviembre y poco más tarde, en el año 840, Gregorio IV ordenó que celebración fuera universal. Y como fiesta mayor que era requería una “vigilia” para preparar la fiesta. Precisamente el 31 de octubre, la “noche de los muertos” de los antiguos celtas. Esta vigilia se llamó “All Hallows’ Eve” (Vigilia de Todos los Santos) y con el paso del tiempo su importancia fue creciendo y su pronunciación fue cambiando hasta terminar en lo que hoy conocemos como “Halloween”.

Pese al cúmulo de coincidencias y de ritos superpuestos, la fiesta cristiana conservó guiños de la versión ancestral iniciada por los celtas y continuó siendo para siempre la noche de los que tributaban un especial interés por la muerte y el más allá.

Más tarde, se llegó a la comercialización de esta “fiesta”, sobre todo en Estados Unidos, buscando la ganancia económica por la venta de dulces, disfraces, tarjetas, posters, etc., que representasen ese “Día de los muertos”. También existen otras teorías en las que se afirma que Halloween es en realidad una celebración exclusivamente norteamericana.

Las tradiciones estadounidenses se han ido imponiendo también, poco a poco en España.