Signos y Símbolos
Los símbolos son expresiones profundas de la naturaleza humana, los cuales han estado presentes desde las primeras representaciones rupestres del Paleolítico, pasando por todas las culturas y tiempos, acompañando el desarrollo de la civilización, integrándolos en su arte, sus religiones, sus mitos y rituales. Por ello algunos símbolos constituyen un lenguaje universal, porque sus imágenes y significados se presentan en forma similar y contienen un significado análogo a través de culturas y tiempos.
Nos resignamos a creer que son meros artilugios culturales en un contexto concreto, más tienen un fuerte poder evocador, puesto que se dirigen no sólo a nuestro intelecto sino que también se dirigen simultáneamente a nuestras emociones y nuestro espíritu.
La comunicación humana ha integrado y depende en parte del uso de los símbolos, tal como decía Carl Gustav Jung quien daba a los mismos un valor no sólo psíquico sino que además en ocasiones trasciende más allá cuando ha sido generado en el subconsciente como expresión espontánea de alguna profunda facultad interna en la que somos conscientes pero no podemos encerrar totalmente en palabras. Estos símbolos no son únicamente en forma de palabras escritas o habladas, sino de imágenes o gestos, o meras representaciones de la realidad: ecos conscientes emitidos e inmediatamente reconocibles de objetos, acciones y conceptos del mundo que nos rodea o relacionados con nuestro mundo interior, psicológico y espiritual. En más de una ocasión encarnando aspectos intuitivos que escapan a la expresión directa, aunque menos explícitos no menos directos.
La gente se siente atraída por los signos y los símbolos, tal vez, por la consciencia intuitiva del papel que juegan en nuestra vida interior, y a su consonancia con nuestras emociones. Fuera de cualquier duda aparente no sólo nos atraen sino que mostramos un interés inmediato por ellos, sintiéndonos estimulados a responder a este interés acercándonos a los signos y símbolos más usados en el complejo mundo del morir. Clarificando los mismos desde una óptica psicológica, de la espiritualidad occidental y oriental, a la luz de la historia y de la antropología, de modo que nos ayude a penetrar sin dificultad en ese maravilloso y fascinante mundo, el de los símbolos.
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El ánima. Se considera la encarnación de la psique masculina, apareciendo en la mitología griega como diosa prostituta, hada o bruja. En su aspecto negativo, suele ser personificada como una seductora que utiliza sus ardides para provocar la humillación o la muerte del hombre. En su aspecto positivo, el ánima está dotada de poderes espirituales y posee la sabiduría secreta de la tierra, de los elementos y los océanos.
Anubis. Guardián de los muertos en Egipto, tomó forma de chacal (Dios del embalsamamiento con cabeza de chacal). Bajo su protección, el muerto podía realizar a salvo el paso hasta el asiento del juicio de Osiris, señor del inframundo y de los cielos. El corazón del fallecido que se tenía por ser el centro de las emociones, era puesto en la balanza con una pluma, símbolo de la justicia. Si ambas cosa estaban en equilibrio, el muerto o muerta pasaba a otra vida de bienaventuranza. Si fallaba la prueba, el muerto era devorado por Ammit, una espantosa criatura híbrida, en parte cocodrilo, león e hipopótamo.
El árbol de la vida. Situado en el centro del paraíso, es una representación de la perfecta armonía. Los doce (o a veces diez) frutos de sus ramas son las recompensas del crecimiento espiritual, entre ellas la sabiduría, el amor, la verdad, la belleza. Los frutos son manifestaciones del sol. La inmortalidad es un don que reciben quienes comen, o beben la esencia extraída del propio árbol.
El arpa. Simboliza el paso al otro mundo.
La arpía. En la mitología griega, eran espíritus femeninos del viento, asociadas con el inframundo y el vuelo del alma al abandonar el cuerpo. Tenían la capacidad de invocar a los vientos, causando tormentas en la tierra y torbellinos en el mar y según se creía eran responsables de muertes súbitas e inesperadas.
El ave Fénix. Mitad águila y mitad faisán aparece en la mitología de Centroamérica, de Oriente y de Europa. Es un ave mitológica de gran belleza que vivió durante quinientos años en el desierto. Se inmoló en una pira funeraria, para luego salir de sus cenizas con la frescura de la juventud y vivir otro ciclo de años. Representa la muerte y la regeneración. Simboliza la resurrección, la inmortalidad y el espíritu indestructible del ser humano.
Las azucenas. En la tradición occidental la azucena, flor de la Virgen, se asocia con la pureza, razón por la que tal vez se depositan azucenas en la tumba tras el funeral. La muerte se considera como un retorno al estado más puro.
La bandera a media asta. La costumbre de izar la bandera a media asta como símbolo de luto se inició en el siglo XVII. Dejando el extremo superior del asta libre para una bandera invisible que simboliza la muerte. Esta antigua tradición no sólo sigue vigente sino que se considera como un símbolo internacional.
El barco funerario. En Escandinavia, el cuerpo de los jefes vikingos era cremado en una lancha, y el humo que se elevaba representaba el retorno del espíritu al sol, el dador de vida.
La carroza fúnebre. El carro y los caballos eran siempre negros, el color simbólico del luto, así como todos los uniformes. En la actualidad se utilizan coches modernos, pero se sigue conservando el color negro en los mismos, en la mayoría de los casos.
El ciprés. El ciprés de hoja perenne, aunque se asocie con Plutón, el Dios romano de la muerte, es el símbolo de la inmortalidad. Se creía en su poder de conservación de los cuerpos, y por ello se solía plantar en los cementerios. En China el ciprés representa la muerte, pero también el dominio femenino.
El círculo. Desde tiempos remotos el círculo ha venido siendo un símbolo de divinidad masculina, apareciendo más tarde como la aureola que nimba la cabeza de los ángeles. Sin principio ni fin, representa lo infinito, la perfección y la eternidad. Utilizase como símbolo de Dios.
El color negro. En el mundo occidental, el negro es el color de la muerte, del luto (las penas) y de las tinieblas (el inframundo). Se relaciona con la magia negra. En el hinduismo el negro representa al tiempo y a Kali, la terrible diosa de la destrucción, es negra. En China, el negro representa el norte y el invierno. Para los egipcios era el color del renacimiento y la resurrección.
La corona de amapolas. Las amapolas rojas son un símbolo de los soldados muertos en las dos guerras mundiales. Esta asociación se debe a un poema escrito por el canadiense John McCrae: En los campos de Flandes donde florecen las amapolas, entre cruces y cruces a solas… La amapola también es un símbolo del sueño, por ser la planta del opio, simboliza el último sueño de la muerte. Según la leyenda popular las amapolas rojas nacieron de la sangre de los soldados muertos en la batalla de Waterloo.
El cuervo. En la religión cristiana, el profético cuervo se considera un ave de mal agüero, aunque en otras culturas representa un símbolo favorable de la sabiduría, la fertilidad y la creación. En China, Japón y Persia es un mensajero de los Dioses y un símbolo del sol. Se considera un precursor del mal, la guerra y la muerte, tal vez por su intenso color negro, asociado con la noche. Se cree que el cuervo ronda por los cementerios y presagia la muerte y la destrucción. En la Edad Media, era símbolo de mortalidad; entre los indígenas de Norteamérica se le tenía por sabio y astuto.
La danza macabra o de la muerte. Es la representación medieval desde la inexorabilidad de la muerte que iguala al destino de todos los hombres. Una procesión de figuras que simbolizan las distintas clases sociales, desde el Papa hasta el campesino, cada uno junto a un esqueleto, bailan juntos hacia la tumba como demostración de un mismo final. De acuerdo con la creencia popular de la Edad Media: Los muertos se levantan a
media noche para danzar en el cementerio. A menudo, ambas versiones se entremezclaban.
El esqueleto. Suele representar la mortalidad y la vanidad de las aspiraciones humanas. Según el simbolismo de la alquimia se equipara a la etapa de la muerte que precede a la resurrección.
La estupa. Construida en su origen para albergar las reliquias de Buda o de sus discípulos, la estupa llegó a utilizarse como un símbolo que lo abarcaba todo. La base cuadrada representa la tierra, el círculo el agua, el triángulo el fuego, el semicírculo el aire y la llama el éter. La energía asciende a través de niveles en que la materia es cada vez menos densa hasta transformarse en espiritualidad.
Los fieles difuntos. El primero de noviembre los mexicanos celebran los fieles difuntos de una forma muy especial. Se preparan imágenes de la muerte en forma de esqueletos, se encienden velas en los cementerios y se llevan ofrendas de alimento para dar la bienvenida a los difuntos que regresan a la tierra. Estos ritos mantienen la comunicación con el pasado.
La guirnalda. Como combinación de la flor y el círculo, representa conceptos tan diversos como la buena suerte, la santidad, la fertilidad y la iniciación. También evoca la vinculación entre este mundo y el más allá (significado vigente hoy en la corona funeraria).
El jade. Es la más preciosa de todas las piedras para los Chinos, para quienes simboliza la perfección, la inmortalidad y los poderes mágicos encarnados por el emperador.
Las lápidas. Las tumbas cristianas, se caracterizan por poseer una lápida conmemorativa a menudo adornada con otros objetos simbólicos tal como una corona, una Biblia o un ángel. El ángel simboliza el intermediario entre el cielo y la tierra, de forma que simboliza la ascendencia del alma hacia el reino celestial.
El lazo rojo. Este elemento creado en 1991, por un grupo llamado SIDA Visual de Nueva York se ha convertido en un símbolo mundial de la lucha contra el SIDA. La persona que lleva este lazo, expresa su apoyo a la lucha contra esta enfermedad y la necesidad de continuar las investigaciones para lograr su curación.
La llama que pasa de la lámpara a la vela. Indica que el morir y la muerte conducen al renacimiento.
La mariposa. Representa los poderes de transformación e inmortalidad, y la belleza que surge de la muerte y la corrupción aparentes (el capullo, aparentemente sin vida).
El melocotonero. Según la tradición china taoísta representa la inmortalidad.
La muerte. Arcano decimotercero del Tarot. Esta imagen presenta la conocida alegoría del esqueleto, pero aquí contra lo acostumbrado, maneja la guadaña hacia el lado izquierdo. Los huesos no son grises sino rosados. El suelo está sembrado de restos humanos, pero éstos como en las leyendas y cuentos folklóricos, presentan los caracteres de los vivos. Todo el arcano tiende a la ambivalencia, marcando la transición de un estado a otro. Pudiendo significar el final de una etapa de la vida y el comienzo de otra nueva. Cada una de las fases va acompañada de otros profundos cambios interiores. La muerte se ilustra con una guadaña, con la que sale a segar la vida de los hombres. No es la última carta sino que señala la transición entre la primera y la segunda parte de la baraja.
La mitología griega la hacía hija de la noche y hermana del sueño. Horacio la representa con alas negras y una red con la que cazaba las víctimas, red idéntica a la de los dioses uránicos y a la del gladiador romano. La muerte se relaciona con el elemento tierra y con la gama de colores que van del negro al verde pasando por los matices terrosos. El estiércol está asociado con su simbolismo.
El nudo interminable. Representa la trama infinita de interrelaciones entre las diversas formas de vida. En el arte céltico, chino e hindú, el nudo infinito representa la continuidad, la longevidad y la eternidad. Incorporándose frecuentemente este diseño a trajes y joyas nupciales.
El número 3. Está presente en todos los aspectos de la creación: la mente, el cuerpo y el espíritu; el nacimiento, la vida y la muerte; el pasado, el presente y el futuro. La trinidad aparece en muchas religiones y simboliza la unidad dentro de la diversidad. Los tres Reyes Magos simbolizan la divinidad, la majestad y el sacrificio de Cristo.
El número 13. Se considera un número funesto.
Nut, la diosa de los cielos. De la mitología griega, en la que se representaba como una mujer con el cuerpo alargado, tocando la tierra con la punta de los pies e inclinándose sobre el globo, formando así la bóveda de los cielos. Se volvió protectora de los muertos y su imagen se reproducía muchas veces en la tapa interior de los sarcófagos.
padre tiempo. Símbolo de la impermanencia de los esfuerzos humanos, el padre tiempo se asocia con Cronos, el Dios griego de la agricultura, de la que adquirió el atributo de la guadaña. También suele representarse con un reloj de arena.
La pagoda japonesa. Probablemente una evolución de la estupa de los budistas, representa la ascensión a los cielos y posee tradicionalmente siete pisos para marcar las etapas de dicha ascensión.
El papel chino para ritos fúnebres. En los funerales chinos existe la costumbre de quemar en la hoguera cuadrados de papel coloreado para dar buena suerte al alma del difunto en su viaje al más allá.
El pavo real. En el arte cristiano representa la inmortalidad. El simbolismo persa afirma que dos pavos reales alrededor del árbol de la vida representan la dualidad psíquica del hombre. En la tradición budista, la cola de cien ojos del pavo real es símbolo de vigilancia compasiva.
El puente. Símbolo de transición, en particular entre la vida y la muerte, o entre lo secular y lo divino.
La pulsera africana. Simboliza la vida, la continuidad y la eternidad. Círculo y serpiente se unen y así como la serpiente se renueva al mudar la piel, la sabiduría tradicional concibe la muerte como una transformación espiritual que se produce cuando mudamos la ajada piel de ésta vida.
El reloj de arena. Símbolo de la mortalidad y del paso del tiempo. También representa la naturaleza cíclica de la existencia (debido a que deben ser invertidos repetidas veces), y la gracia de los cielos descendiendo sobre la tierra.
Los ríos. Representan los límites entre la vida y la muerte. Según la creencia hindú, simbolizan la purificación.
El rosario de cráneos. El cráneo, por sobrevivir a la desintegración de la carne y las articulaciones, es símbolo de la impermanencia del cuerpo y la indestructibilidad de la naturaleza búdica.
La rueda. Artefacto elemental que se origina en el círculo, el cual simboliza, entre otras cosas, la integridad, la indivisibilidad de toda vida. Nada puede añadirse o extraerse a un círculo, es perfecto en sí mismo, en el constante ciclo del cambio. De la misma manera el hombre en su naturaleza esencial, es todo y está completo. La rueda es uno de los principales símbolos del budismo. La rueda de los ocho rayos es el emblema de los Ocho Nobles Senderos que conducen a la iluminación. Encima de la rueda de la vida budista está el reino de los cielos, seguido del reino de los titanes (dioses envidiosos), los fantasmas hambrientos (espíritus ligados a la tierra), los animales y la humanidad. El que sostiene la rueda es Yama, señor de la muerte, que todo lo devora. En el centro aparecen los símbolos de los tres engaños que mantienen a los humanos en la rueda de la vida y alejados del nirvana: un gallo rojo (la lujuria), una serpiente verde (el odio) y un cerdo negro (la ignorancia)
La serpiente que se muerde la cola (Ouroboros). Reúne el simbolismo del círculo y de la serpiente. Es el elemento del agua equivalente al Fénix, que representa la totalidad, el renacimiento, la inmortalidad y el círculo de la existencia. Aparece en la antigua Grecia y el antiguo Egipto.
La seta. Es el símbolo Chino de la felicidad y el renacimiento y era tenida por el alimento de los inmortales taoístas.
El sonido Om. Este sonido pronunciado aa-oo-mm, es considerado por los hindúes como el sonido que originó la creación.
El sueño. En muchas culturas se ve como el momento en que el alma abandona el cuerpo y viaja a otros niveles de realidad, de los que trae los recuerdos soñados. Para los tibetanos es un simulacro de la muerte.
La tumba. Se veía en los pueblos antiguos como la entrada a otra vida, por lo que enterraban a los muertos con los objetos que podían necesitar en su viaje entre los dos mundos. En Europa, las tumbas de los ricos eran de hecho adornadas con esfinges que simbolizaban las cualidades terrenales (valor o imparcialidad) del fallecido.
La Última Cena. Muchas tradiciones sacras comportan relatos sobre dioses o reyes que sufren una muerte ritual por su pueblo. La Última Cena eleva este sacrificio al rango de comida espiritual, que se repite en la eucaristía, en el pan y el vino simbolizan el cuerpo y la sangre de Cristo.
Urna funeraria. Tras la incineración las cenizas del muerto se suelen guardar en un recipiente o urna funeraria. A modo de vasija de múltiples formas, provistas de un espacio vacío interior, que representa la femineidad. Hay urnas con tapadera, las cuales constituyen un símbolo de buena suerte según la creencia budista china, así como de la inteligencia suprema que triunfa sobre la vida y la muerte.
Yama. Es el señor de la muerte en el budismo, el que todo lo devora.