Aquí se muestra el cementerio de Pueblo Nuevo, en plena capital. Es muy pobre y, como se puede ver en la primera fotografía, está en una loma que lo exhibe desde la calle, al final de la cual se encuentran unos enormes depósitos industriales que crean una imagen, digamos “especial”.
En la tercera se aprecia un árbol en medio del cementerio que apenas crece unos centímetros hacia arriba y después se tuerce tremendamente loma abajo, como escapando de su entorno. Algo muy sorprendente en este país con árboles de veinte metros.
Las anotaciones de las cruces están escritas a mano, los materiales son de lo más barato, y en las tumbas de los niños se depositan juguetes.
Hay una tumba, de una mujer de 65 años, con molinillos de viento, de plástico, que alguien le puso con mucho cariño.