Enclavado en el bosque este pequeño cementerio resguarda los restos mortales de los pobladores de esta comunidad.
La visita a este sitio nos remonta en el tiempo, transportándonos a otra dimensión… el silencio, interrumpido únicamente por el canto del jilguero y la respiración de los caballos (necesarios para llegar ahí) crean una atmósfera realmente impactante… aún sin desearlo queda uno envuelto en ese silencio delicioso.
El “campo santo”, es de una sencillez impresionante, como lo es la gente que pertenece a este poblado.
No hay una sola lápida, y la ausencia de imágenes religiosas es también interesante.
Las cruces sobre los montículos de tierra son la única expresión de religiosidad, algunas de ellas incluso son “robadas” de la naturaleza, pues se trata de delgados trocos de árbol con ramas a los costados….