Había perdido a un hijo y en un momento así, uno de sus amigos solo le envió sus condolencias por whatsapp. «Podías haber venido», pensó inevitablemente el dolido padre. Aquello marcó un antes y un después. «Han dejado de ser amigos», relata Alfonso García, director del máster sobre «Cuidados al final de la vida» de la Universidad de La Laguna, en Canarias.
«Los dolientes no recuerdan mucho de lo que pasan en ese duro trance, pero valoran que haya mucha gente que se acuerde del fallecido y que les acompañe. Valoran los gestos de cercanía y aunque se perdonan bastante los errores, hay situaciones que quedan grabadas en la memoria, tanto si alguien que vive lejos aparece en el funeral, como una ausencia», constata este enfermero canario, presidente de la Sociedad Española e Internacional de Tanatología.
Dar un pésame no es trago de gusto para nadie. Para García, «resulta difícil porque no estamos formados para hablar de la muerte, no enseñamos a la gente a dar el pésame, a acompañar a las personas que han perdido a un ser querido, y es muy fácil hacerlo mal». (…)
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(ABC.es / Sociedad / 20/10/2014, Mónica Arrizabalaga.)