¿Por qué he titulado este envío “Los ocasos”? Porque me ha tocado vivir la decadencia de algunos de mis seres queridos.
Me tocó ser la menor de una familia pequeña, de tres hermanos, ví como mi abuela que siempre vivió con nosotros se hizo vieja , sufrió una caida que le rompió el fémur y que aunque se recuperó de eso, le trajo después de varios años muchas complicaciones; de mi padre que le dió un derrame cerebral y estuvo 33 días hospitalizado y 6 años totalmente inutilizado, borrado, en silla de ruedas y dependiendo totalmente de sus hijas y su esposa; de mi tía que finalmente la tuvimos que internar en una casa de descanso porque no podíamos cuidarla y ahora de mi madre que a sus 91 años tiene demencia senil , no quiere comer (este año ha adelgazado 10 kilos) y se comporta como una niña malcriada.
No me casé, no tuve hijos y resulta verdaderamente desesperante que en lugar de ver florecer la vida, tenga uno que verla apagarse. Quizá debería de haberme acostumbrado, pero no he podido. Me rebelo al proceso…. no a la muerte, porque estoy consciente de que nadie se ha quedado en este mundo “para simiente de rábanos”, pero ese deterioro me asusta mucho. Ojalá y alguien pueda darme alguna pista para aceptarlo.