Buscando por la págna Web de la Sociedad me dirigí a ‘enlaces’ y allí a ‘Vida después de la muerte’ destacando luego con una estrellita amarilla una Asociación llamada IANDS.
Como no hablo inglés pinché en traducir al español ‘en tosca máquina’.
Verdaderamente tosco el spanglish que he tenido como respuesta pero me ha servido para enterarme de que la medicina no ha echado en saco roto las investigaciones del Dr.Moody y de la Dra. Kubler Ross. Allí he podido saber que se han hecho seguimientos de muchas personas que han tenido experiencias límite y que se ha llegado al convencimiento de que no estamos medio locos ni vivimos un mundo de fantasía y es por ello que me atrevo a mis 64 años a hablar de ello sin tener que esconderme y sin seleccionar cuidadosamente a quién le hablo de ello.
Mi experiencia tuvo lugar a los 6 años y puedo suscribir todo lo que se dice acerca de los cambios tanto físicos como sicológicos, me he quedado impresionada al saber que a todos nos ocurre lo mismo. En mi niñez y juventud no había drogas ni tomábamos alcohol pero es verdad que más de una vez he deseado la muerte. Es extraordinariamente difícil vivir con tanta sensibilidad y lucidez cuando eres un niño ya que crees estar volviéndote una mala persona cuando sientes que te están mintiendo, cuando dicen que te quieren y tú sabes que no es cierto, cuando lees el pensamiento y te anticipas a las acciones de los demás reaccionando a veces antes de que ese pensamiento llegue a concretarse ante los ojos de los demás, entonces te llaman loco y eres mala, mala, mala y mal pensada. Es muy duro para un niño tener esta lucidez.
Supongo que a los demás podemos llegar a infundirles cierto temor ya que hasta ahora la explicación a nuestros ‘poderes’ era estar poseídos por El Maligno o ser convertidos en santos, algunos curábamos tocando con infinita compasión, yo ya no puedo hacerlo, mi propio entorno se ha encargado de privarse de ese don aunque seguramente lo tengo todavía porque cuando acaricio o cojo de la mano a alguien que sufre se calma inmediatamente y se pone a llorar preguntándome ¿qué me haces, qué me haces?, siento mucho calor, un hormigueo..
Yo no quería volver a mi cuerpo, me recuerdo gritando para que me dejasen donde estaba, no quiero volver ahí, el cuerpo duele, no quiero… y volví y el cuerpo duele, siempre me ha dolido con los cambios climáticos y ahora le han puesto un nombre, ‘fibromialgia’, pero yo sé que es mi excesiva sensibilidad al dolor, al ruido, a la luz, al frío y al calor, como un niño recién nacido.
Escribo esto para las personas que cuidan a niños en hospitales y para los padres cuyos hijos han tenido una experiencia como la mía. Todos debéis comprender que el niño no miente y que es capaz de percibir vuestros pensamientos, que lee en vuestro interior, no lo confundáis negando la verdad de lo que él percibe de vosotros, a lo mejor podéis aprender a ser más sinceros con vosotros mismos y con los demás, él estuvo ausente como niño y regresó con su alma de ángel, ámalo y deja que él te ame también así podrás experimentar lo que él ha experimentado y no olvidará jamás. Habla con él cuando le veas aislado en sí mismo, seguramente necesita respuestas importantes para comprender el mundo que a veces se le hace ajeno por completo, será un ejercicio muy enriquecedor para ti porque también te hará buscar para poder responderla. Aprenderás cosas maravillosas de ti mismo si le escuchas y le acompañas y sabrás que tú eres igual que él pero lo has olvidado.